viernes, 1 de marzo de 2013

Ritos de cortejos de antaño.

Hya ciudades de provincias en Chile dónde, para facilitar las cosas a los muchachos y muchachas, el paseo de la plaza de armas se hace en forma ya establecida desde hace siglos: los hombres caminan en un sentido y las mujeres, en el otro. Si un hombre se junta con una mujer, tiene que tomar el sentido en que circulan las mujeres. Esto lo ví, hace años en la Serena, capital de la provincia de Coquimbo.

El lápiz de Don Enrique.

Los alumnos del curso nos reunimos y acordamos dirigirnos al Rector para pedirle que nos devolviera a nuestros profesor Dn. Joselín. Fuimos a la Rectoría unos diez alumnos. Dn Enrique nos recibió de inmediato. Nos escuchó en silencio, mientras jugaba con el mismo lápiz de plata amarrado a una cadena que yo había conocido en 1922, en mi primera entrevista con él. (Mi primera reacción fue muy curiosa:¿Cómo, todavía no lo ha perdido?; debe ser un hombre muy cuidadoso y ordenado. Años después, en 1969, como Rector de la Universidad de Concepción, de la que Don Enrique había sido el primer Rector, por más de 30 años, organizamos una exposición de las cosas personales y características de Dn. Enrique. Pedí a su esposa, Sra. Esther Barañao de Molina, su viuda en esos momentos, si tenía ese lápiz de plata de Dn. Enrique, que notaba no se encontraba entre los objetos que ella había prestado para la exposición. Se admiró mucho de mi pregunta. Le conté como yo había sabido de su existencia . Lo fue a buscar y me lo entregó con muchas recomendaciones: no lo vaya a perder; Enrique lo quería mucho, porque lo acompañó toda su vida.

La especialización.

Con mis 44 años de profesor titular de Anatomía humana, de los que mas de 30 lo han sido, además de Neuro Anatomía, creo haber reunido en mi vida alguna experiencia al respecto de las evaluaciones prematuras del coeficiente intelectual de los niños. Conocido es el caso del Albert Einstein a quien un profesor europeo rechazó por estimarlo incapaz mentalmente.
En efecto, compañeros míos, ex-alumnos y amigos, y también conocidos, me han dado grandes y agradables sorpresas en este terreno. Muchachos que parecían bastante limitados han llegado a ser verdaderas revelaciones y éxitos rotundos en lo profesional, artísticos, social y político.
Es cierto que, en muchos de ellos, han tenido el acierto de especializarse. Me explico, y perdónenme los señores especialistas. No es mi ánimo molestarlos, menospreciarlos. Sólo deseo poner las cosas en su lugar, de acuerdo a mi criterio, naturalmente. Gracias a la especialización que consiste, como es bien sabido en saber más sobre menos y menos, muchos técnicos y profesionales llegan a adquirir un dominio total sobre ciertas materias. En esta forma, manejar, con eficiencia extraordinarias técnicas, aparatos e instrumentos correspondientes a esa parte muy limitada y precisa de la ciencia y del arte que exige esa determinada especialidad.
Como ocurre con muchas de las actividades humanas, también entre los especialistas los hay grandes y corrientes. Los primeros, los grandes, son los creadores, los que investigan, los que marcan rumbos originales. Los otros, los corrientes, son los que "siguen aguas", los que se sub-especializan en determinados problemas, pero que no se aventuran en ciertos terrenos. Son, como diríamos refiriéndonos a cirujanos muy buenos operadores y diagnosticadores de ápendices, intervención en el interior del tórax. En cierta ocasión, uno de estos "cirujanos corrientes", hizo ante los alumnos una apendicectomía en menos de tres minutos y a través de una incisión de unos cuatro centímetros. Admirable, exclamó mi vecino. NO dije nada, pero recordé mi visita a una fábrica de cajones. Jamás me había imaginado que, de un sólo martillazo, un hombre pudiera clavar un clavo en forma tan perfecta a través de una tabla cuyo borde no veía y que medía alrededor de un centímetro de grosor. Es el entrenamiento concluí, porque lo que es yo, o cualquier hijo de vecino, necesita varios golpes de vecino, necesita varios golpes de martillo y lo más probable es que la punta del clavo le aparezca en una de las caras de la tabla que está de canto.

miércoles, 23 de enero de 2013

El día del maestro, siendo Ministro de educación pública ....


Las fuerzas armadas chilenas estaban bombardeando desde el aire la sede de Gobierno de Chile, que sabían que no tenía como responder ese ataque. El comandante en Jefe de las Fuerza Aérea, general Leigh. que hacía menos de 20 días había recibido ese alto cargo de manos del Presidente Allende y le había jurado lealtad, había ordenado que lo asesinarán. La Moneda empezó a arder. Todos los que estábamos en mi oficina, no podíamos dar crédito a lo que estábamos viendo.
¡ Miserables !, exclamé, Vayan pronto, ordené a quemar toda la documentación comprometedora y, especialmente lista de nombres de partidos de izquierda. Ya lo han visto: éstos no tienen escrúpulos algunos, son capaces de las mayores infamias.
Cuando ya quede sólo, me dedique a revisar mi porta documentos, mis bolsillos y mi escritorio. Destruí algunos papeles personales que no tenían mayor importancia, pero por ser personales, no deseaba que los leyeran los militares traidores.
Sobre mi escritorio, estaba mi discurso para el Día del Maestro y el borrador escrito a lápiz, con muchas correcciones, que había redactado esa madrugada antes de recibir el llamado telefónico de mi hermano comunicándome el alzamiento militar y ofreciéndome su casa para que me ocultara. Los leí y consideré que debía conservarlos conmigo para que mis captores y carceleros vieran de qué estábamos preocupado los Ministros del Gobierno Popular: de premiar a nuestros abnegados educadores.
Más adelante comprendí, que había estado equivocado, pues había olvidado que los uniformados chilenos odian a los que estudian y enseñan. Lo han demostrado antes y después del Golpe y durante la dictadura que establecieron y mantuvieron en Chile durante 17 años.
Mi discurso en limpio fue requisado por mis carceleros oficiales de marina chilenos (que dolor me da decirlo: carceleros marinos), pero me dejaron el borrador a lápiz que, por considerarlo de gran valor afectivo para mí y además una demostración de cuál era mi pensamiento hasta el día mismo de en que fui tomado como "prisionero de guerra", paso a agregar una fotocopia de gran parte de ese escrito mío, entonces Ministro de Educación.





Como mi letra esta muy lejos de ser caligráfica, voy a escribir a máquina, a "traducir", lo que digo en el borrador cuya copia foto estática ya expuse. Debo hacer presente que en esta "traducción", voy a incluir en la línea correspondiente, todos los agregados que como correcciones, he colocado encima de las líneas manuscritas.

Para el día del Maestro:
(Borrador que escribía a las 06:30 AM el 11-sept-73, cuando me avisaron de la sublevación de las Fuerzas Armadas).
"Nos corresponde hoy día cumplir una de las funciones mas gratas: Rendir homenaje al Maestro.
"De inmediato el subconsciente nos lleva a recordar a aquéllos que nos enseñaron a leer y escribir y nos abrieron, así, las puertas de un mundo maravilloso: lo ocurrido en el pasado, lo que habían hecho otros hombres y mujeres, quedaba a nuestra disposición. Dejábamos de ser prisioneros de nuestra época, dependientes de lo que querían contarnos o decirnos los mayores que nos rodeaban.
La ocasión es propicia para recordarlos y para pensar también en todos aquellos que después, contribuyeron a nuestra educación.
¿Cuándo los vimos la última vez?
¿Los visitamos en alguna oportunidad?
¿Qué fue de ellos?
¿Están vivos?
Inexplicable tal ingratitud, tan generalizada, para quienes, cumpliendo la milenaria tradición salvadora de la especie humana, transmitieron a generaciones de niños las enseñanzas que les permitirán llegar a formar  su propio acervo cultural, desarrollar sus aptitudes naturales, despertar su curiosidad y espíritu de o observación, estimular su capacidad creadora, impulsar sus deseos de perfeccionamiento, de superación, de llegar a ser, de poseer una definida, sólida, auténtica, sana y generosa personalidad.
Frente a la seguramente no intencionada indiferencia de los discípulos, está la leal y cariñosa comprensión de los maestros.
No los han olvidado; por el contrario, los han seguido a través de los años, se han alegrado de sus éxitos como si se tratará de sus hijos.¿Frustración personal por que vida, a ellos mismos, no siempre le ha tratado bien? Nunca. Sus ex alumnos, a cuya formación contribuyeron tan decisivamente, han ido triunfando y eso los llena de alegría, porque ha demostrado que no estaban errados, que sus pensamientos y enseñanzas eran válidos y justos; que las llaves del éxito estuvieron en sus manos, pero que con generosidad propia de los verdaderos maestros y poco común en otras actividades, ellos entregaron desinteresadamente. Preferirían seguir enseñando y, silenciosamente, como el artista en su taller, cincelando nuevos valores, nuevas personalidades, nuevos factores multiplicadores de ciencia de cultura, de progreso, de bienestar colectivo.
Estamos en un mundo de cambios. No sólo en Chile se están produciendo transformaciones profundas. La liberación del África colonial casi ha pasado desapercibida para las mayorías nacionales preocupadas, como están, de problemas locales. En Asia, se ha producido el despertar de las masas que los países  poderosos quisieron detener mediante el empleo de las armas, pero debido al coraje y sacrificio del pueblo tan injustamente agredido, fracasaron. Suman mas de mil millones de niños, jóvenes y adultos que hoy día exigen educación, porque saben que gracias a ella podrán desenvolverse mejor en la lucha por la vida, en la conquista de su propio futuro, en la creación de una sociedad mejor.
Se estima que en 1970, mas de un tercio de la población mundial (34,2%) estaba formada por analfabetos mayores de 15 años, 783 millones, de los que 40 millones son latinoaméricanos.
¡ Qué inmensa tarea para los maestros ! ¡ Qué desafío para nuestra generación !
Entre nosotros por fortuna, y debido a la preocupación de nuestro Gobierno, el problema es bastante menos grave: teníamos 618.600 analfabetos mayores de 15 años en 1970, y ya en 1973, esa cantidad ha bajado a 424.000. En los dos y medio últimos año, Chile tiene un millón más de estudiantes, con lo que la matrícula total en estos momentos, en todas las categorías y edades, alcanza a 3.600.000. Respetable suma que nos permite abrigar fundadas esperanzas.






martes, 27 de marzo de 2012

A 68 años de aquel domingo ...


El siguiente ensayo, obedece a extracciones de las memorias del señor Edgardo Enríquez Frödden, Rector de la Universidad de Concepción, entre 1968 y 1972. Su hijo menor es quién corresponde ser homenajeado hoy 27 de Marzo, quien cumpliría 68 años de edad.

“Que la razón, la inteligencia guíen nuestros pasos y que la belleza adorne nuestras obras”

Edgardo Enríquez Frödden, discurso de despedida de su rectoría en Sesión extraordinaria del Consejo Superior Universitario de la Universidad de Concepción Acta Número 44 de 29  de Diciembre de 1972.

Miguel, un aborto sugerido por las “amistades”.

En 1943 a Raquel (Espinoza) mi señora, contagiada por la tos convulsiva, se le produjeron contracciones uterinas que amenazaron con producir un aborto. Ella estaba embarazada de nuestro hijo Miguel. Logramos retener el niño, para felicidad nuestra. No faltaron personas que al saber que Raquel estaba en cama tratando de salvar su tercer niño, nos preguntaron por qué no dejábamos que se produjera el aborto y así Raquel descansaba de tener  familia tan seguida (Marco Antonio en 1939, Edgardo en 1941). Rechazamos indignados el bien intencionado consejo de esos amigos.

Miguel, asistido por su padre médico, quién tuvo que atender dos embarazos en día Domingo.

Llegó Marzo de 1944. El 27 de ese mes, a eso del medio día, Raquel empezó con dolores de parto. Yo estaba de guardia en el Hospital Naval, que como ya he dicho, quedaba frente de mi casa número 120 en la Base Naval de Talcahuano. De inmediato llamé al médico que había atendido su embarazo y no había llegado a tiempo para el parto de nuestro segundo hijo Edgardo. En el hospital Naval no había cama en el Pensionado, porqué llegó también de parto la señora del  Comandante Naval Pino. Se avisó a la matrona y al médico de esa señora. Como suele ocurrir, no llegó nadie y tuve que atender los dos partos en forma sucesiva. Corría de una enfermera a otra; atravesé muchísimas veces esa calle hasta que, finalmente, los dos casos se resolvieron favorablemente. El nuestro fue un hombrecito, Miguel Humberto. El del comandante Pino, una mujercita, Fue un día Domingo y eso explica que no se encontrará nadie de los que debieron haber atendido a esas dos madres…

 

Miguel, casi cura de Parroquia.

Cuando Miguel era un niño de seis años, recibimos en la casa un librito de boletos de una rifa organizado por la Parroquia Universitaria. Las instrucciones de la carta que venía con los boletos decían que me rogaban venderlos y devolver los restantes antes de una fecha dada y acompañar el dinero reunido, producto de la venta. Los premios eran una radio, una bicicleta, unos libros, etc. Esa vez se me pasaron los días y no vendí ninguno de los 15 boletos. Me llaman de la parroquia para pedirme que en atención a que se había cumplido el plazo, tenía que enviar el dinero a la brevedad. Como era amigo de los organizadores, no quise devolver el talonario completo sin vender y pedí al que me hablaba que enviara a alguien a buscar el cheque correspondiente.

Miguel, que estaba a mi lado, me preguntó: ¿y de qué boletos se trata? De una rifa de una Parroquia, hijo, y por no haberme preocupado a tiempo, he tenido que comprar los quince boletos del talonario completo.

¿Quince boletos?, padre. Así que puedes ganar.

Oye, padre, me preguntó alarmado ¿y qué vamos a hacer si  nos ganamos la Parroquia?

El creía que lo que se sorteaba era la Parroquia misma y temía, tal vez, que uno de ellos (los tres hermanos hombres) tendría que hacerse cura…



Miguel, nace el Luchador.

Era apenas un niño, no había cumplido aún diez años de vida, cuando ya orientó su vida hacia los problemas del pueblo, darle ese bienestar físico, social y espiritual…

Una fría mañana a comienzos de Octubre, poco antes de irse a la escuela vino corriendo hacía mi. Padre, me dijo, con gran agitación, ahí, al frente, en esos sitios desocupados hay varios niños durmiendo, pasaron allí toda la noche…

¿Por qué, padre? ¿Es que no tienen casa?

Al contestarle que seguramente era así, se le llenaron de lágrimas sus ojos.
“¿cómo voy a poder dormir en mi cama si, a pocos metros hay niños durmiendo en la calle?

Desde ese día, en efecto, ya no pudo vivir como los demás niños. Esa mañana de Octubre, nacía Miguel Enríquez Espinoza, el Luchador.

Jugaba, reía, hacía bromas, pero principalmente leía, preguntaba, trataba de informarse, de comprender lo que no sabía.




Miguel en el Liceo.

En 1961, mi tercer hijo, Miguel, terminó sus estudios de Educación Media y debió rendir Bachillerato. Había obtenido excelentes calificaciones. En cuarto año de humanidades, segundo medio, tuvo un serio problema con el Rector del Liceo de Hombres de Concepción, los hechos ocurrieron así.

Un día, llegó al Liceo un funcionario de la Dirección de Educación a leer un mensaje a todos los alumnos. Se programó para la última hora de clases de la tarde, que no sería nada, sino reemplazada por la charla de ese alto funcionario. El local sería el Salón de Actos, en el que no cabían todos los alumnos. Unos debían quedar sentados y otros muchos, de pie. Como ocurre siempre, mientras esperaban al conferencista, los muchachos empezaron a darse de empujones, a disputarse los asientos, darse suaves palmadas en la cabeza, rizas, etc. , etc. Otros, trataban de fugarse al Parque que queda al frente o irse a sus casas. Para evitar esto último, el Rector, muy molesto por que no lograban sus inspectores  restablecer el silencio y el orden, hizo cerrar la puerta del establecimiento. Miguel fue al Salón de Actos y, al comprobar que estaba repleto y que tendría que quedar de pie, decidió ir al baño mientras aparecía el funcionario que iba a hablarles. Al regresar de los urinarios, vio que la puerta central del edificio estaba abierta ahora, en circunstancias que minutos antes, la había visto cerrada. Se acercó al Rector que era su profesor y con el cual, por tanto, tenía alguna confianza y le preguntó:¿por qué está abierta la puerta?; es que, debido a que no cabemos todos, ¿usted ha autorizado que algunos nos vayamos a nuestras casas?

¿Se quiere ir?, le pregunto el Rector. Pues váyase. Esto ocurrió a la vista de todos; Miguel salió por la puerta principal, bajo las miradas del Rector y del Inspector General, acompañado de varios de sus condiscípulos.

Al día siguiente el Inspector del curso no lo dejó entrar a la sala de clases. Lo expulsó el propio Rector, por cuatro días, por que no asistió a la charla de ayer en la tarde, le dijo secamente. Los compañeros que se habían ido con él, en cambio, se encontraban dentro de la sala. Comprobando esto, Miguel le preguntó ¿soy el único expulsado? Sí usted es el único.

Indignado y sorprendido, Miguel se fue a Rectoría a hablar con el Rector. Se negó a recibirlo. Insistió. Fue Inútil.

Al llegar esa tarde a casa, Edgardo me contó lo que le ocurría a Miguel. Lo llamé y le pedí que me contara lo sucedido. Lo hizo sin temor alguno, pues como ellos mismos decían, yo me enojaba y los regañaba por cosas menos graves, por tonterías pero cuando se trataba de problemas serios, me mantenía muy sereno y podían contar con que procedería y decidiría sin alterarme. Lo que más me duele, agregó Miguel al término de su relato, fue que el propio Rector, que es mi profesor, al que estimo y respeto, me haya armado una trampa; no lo comprendo. El  Inspector  me dijo que el Rector estaba furioso cuando yo le había preguntado si me podía ir, y por eso había tomado una medida tan grave sólo conmigo. La verdad es que yo no me di cuenta de que él estaba enojado; lo conozco sólo desde hace poco (está recién llegado), y no puedo leer sus emociones en su cara y en su tono. El castigo de cuatro días de expulsión no me importa, tengo buenas calificaciones y no me perjudica mayormente. Lo que me duele es la traición, la trampa que me hizo mi propio Rector, a sabiendas, con premeditación.

Cálmate; mañana vamos juntos al Liceo a hablar con el Rector.

Así lo hicimos. El secretario me anunció. Regreso unos momentos después; el Rector no puede atenderlo, vuelva mañana. Perdóneme, replique al secretario; estamos en horas de audiencias a los padres de los alumnos, no hay nadie en esta sala de espera. Si el Rector está ocupado, lo esperaré unos momentos, pero tendrá que recibirme. Esperaría unos treinta minutos. El secretario entraba y salía de la oficina. En una de esas salidas, volví a dirigirle la palabra. Recuerde al Rector que lo estoy esperando. Regresó; no puede recibirlo hoy día. Adviértale que de aquí me voy a la Dirección Provincial de Educación, a la Intendencia de la Provincia y haré una reclamación escrita al Ministro de Educación por está conducta incalificable del Rector del Liceo de Concepción. Si es necesario voy a Santiago a denunciarlo personalmente al Ministerio y llegaré hasta el Presidente de la República. A mí me atiende y me escucha. De mí no se burla nadie. Hablé en voz muy alta y como siempre he tenido un fuerte vozarrón, el Rector no pudo dejar de oírme. Minutos después, apareció el Rector en persona; pase me dijo. Su Hijo queda afuera, nos espera en esta sala.

Cálmese, señor. Si se viene por la expulsión de su hijo, debo decirle que no pienso anularla.

Estoy calmado, tranquilícese usted, señor Rector. No vengo a pedirle que anule su orden de expulsión a mi hijo Miguel, si no a pedirle que lo reciba y escuche. El está extrañado y sentido con usted; sostiene que usted le tendió una trampa; que lo autorizó para irse y que después lo ha castigado porque usó de su autorización. Es eso lo que le duele; el tenía de usted una excelente opinión y ahora se siente defraudado de usted y de todo el profesorado. Yo soy profesor desde hace muchos años, sé lo importante que es no defraudar, no engañar, no traicionar a los alumnos que, se miran en sus profesores; que los creen hombres de bien, ejemplos que seguir. Sólo deseo que lo reciba y lo escuche, no que modifique sus decisiones. De otro modo, ¿Cómo voy a poder convencerlo de que los profesores son hombres razonables cuyos consejos deben seguir?

Meditó uno momentos. Que pase, pero él solo.

Pasaron unos veinte minutos. Adentro se escuchaban voces. Al principio, fuertes, airadas; después, más calmadas; más adelante risas.

Finalmente se abrió la puerta y aparecieron los dos, sonriendo, muy cordiales. Señor, me dijo el Rector, por favor, pase usted. Secretario, por favor, lleve a este joven a su sala de clases. Yo hablaré después con el Inspector y el profesor Jefe. Antes que nada, permítame felicitarlo por su muchachito. Que mente tan clara, que bien razona, como sabe presentar las cosas. Lo felicito. ¿Qué edad tiene?

Déjeme sacar la cuenta; catorce años recién cumplidos.

Catorce años… Es brillante, que inteligencia tan clara. Me explicó sus puntos de vista, y me convenció de que yo había obrado en forma ligera, pasional, no con la serenidad de un Rector  que, por añadidura, era profesor de él desde alrededor de un mes. Me pidió que no le levantara la expulsión, que lo único que quería era ser oído, pues él, en ningún momento había intentado faltarme el respeto; que una conferencia mas o una menos de un funcionario, no le importaba ni aburría, que ya estaba acostumbrado a sufrirlas desde que era muy niño. Vaya tranquilo, señor; le agradezco que haya venido; he levantado el castigo que, lo acepto claramente, era injusto de mi parte. Como me probó su hijo, había obrado sobre enrabiado y que él me comprendía y no me culpaba, porque todos los que están enrabiados no piensan bien. Se rió y movió la cabeza…


 
Miguel, en su primer año de Universidad, el niño – Hombre.

A los 16 años de edad, siendo ya alumno de primer año de medicina, tuvo una larga discusión con el segundo Rector de la Universidad de Concepción ante todo el alumnado, el Honorable Consejo Universitario y una buena cantidad de sus profesores. El Rector, molesto por algunas protestas de los estudiantes por ciertas exigencias exageradas de los directores de Institutos, los había reunido en asamblea general para llamarles la atención. En un momento de apasionamiento, les dijo que eran unos mediocres, que aspiraban a obtener un título universitario solo para lograr seguridad económica, escalar situación social y asegurarse, en su medianía, la eficiente y oportuna protección de sus respectivos Colegios Profesionales para cada uno de sus errores. Contestó el Presidente de la Federación de Estudiantes, alumno de quinto año de Leyes; humildemente solicitó de las autoridades universitarias que los perdonaran  en atención a su juventud e inexperiencia.

Entonces pidió la palabra Miguel. Con voz serena, pero entera y potente ante la estupefacción general expresó:

”No le acepto sus palabras, Señor Rector, las considero insultantes. Ud. Nos ha tratado de mediocres, que sólo buscamos un título para lograr ventajas y privilegios. Le exijo que retire sus expresiones”
Algo sorprendido, pero seguro de sí mismo, sonriente y burlón, le preguntó el Rector, Señor David Stitchkin: ¿y qué es usted, entonces? Risas generales. 

Sin perder la calma, replicó Miguel: no soy mediocre. Lo he demostrado al egresar de sexto año de humanidades y aprobar mi bachillerato.  Formo parte, pues, de ese 1% de cada generación escolar que alcanza en Chile tal situación. Además, señor Rector, una comisión especial de profesores de su universidad, después de estudiar mis antecedentes y de interrogarme por cerca de una hora, me seleccionó en uno de los primeros lugares entre cerca de mil postulantes para primer año de Medicina. Represento, así, a una fracción de ese 1% de cada generación que aludía hace unos momentos. No soy, pues, un mediocre, y tampoco he venido aquí en busca de un título que me sirva para escalar posiciones o privilegios. Quiero ser médico para servir a mis semejantes, no para aprovecharme de ellos. No puede usted como Rector de una Universidad, tener ese concepto de sus alumnos, y lo desafío, señor, para que vayamos junto ante el Presidente del Colegio de Abogados, su Colegio, a que repita allá, en su presencia, sus conceptos despectivos para los profesionales en general, y para el papel, que según usted, estarían cumpliendo los Colegios como defensores incondicionales de los errores, que, debido a su mediocridad e ignorancia, estarían cometiendo sus colegiados”.

Silencio absoluto en la asamblea.

El Rector, ya sin sonrisas, perdida la serenidad, le respondió en forma irónica e hiriente.

“Señor, replicó entonces Miguel, esta usando conmigo una vieja táctica: quiere ofenderme para que, enojado, le falte yo al respeto. No lo voy a seguir, señor; no voy a cometer el error de caer en la trampa. Lo único que le he pedido es que retiré sus palabras ofensivas que hieren mis ideales de estudiante de una profesión digna”. Y se sentó.

Fuera de sí, quiso el Rector que se pusiera de pie y siguiera discutiendo. 

“No señor, le dijo Miguel calmadamente. Me niego a seguir esta discusión con Ud.; no ha sido usted leal en sus procedimientos con un alumno que sólo ha protestado por sus expresiones desmedidas e insultantes. Me niego”. Y continuó sentado. Tensión inmensa en el ambiente. Nadie hacía un solo movimiento o ruido.

Volvió a hablar el Rector. Con mucho cuidado, escogiendo las palabras, reconoció que no había sabido expresar con claridad sus ideas; puede, dijo, que se las pueda tomar como insultantes; nunca fue esa mi intención. No podría yo, rector de una Universidad, continuar moralmente sirviendo el cargo si creyera que los alumnos que estamos formando son mediocres, ambiciosos e interesados. Tampoco he querido menospreciar la labor de los Colegios Profesionales. Se relajó el ambiente.

La reunión terminó con una solución armónica para el problema planteado entre los alumnos y los Directores de los Institutos. A la salida, un Consejero de la Universidad de esos que nunca faltan, propuso al grupo de Autoridades Universitarias, que se disponía ya a tomar sus automóviles, expulsar a Miguel en la próxima reunión del Consejo por su actitud irrespetuosa.

¡Cuidado¡ le dijo el Rector, a ese joven, mejor dicho, a ese niño ( Miguel sólo tenía 16 años… ), no me lo toca nadie. Yo fui el culpable. Menosprecié al auditorio. Siendo seguramente el menor de los presentes, fue el único que reaccionó como todo un hombre. Me llamó la atención en la forma que me merecía por mi ligereza inexplicable. Nadie le toca un pelo...




“¿Cuál es nuestro deber ahora y en el futuro?
Devolver a Chile y los chilenos su democracia y su libertad.
Hacer que nuestras universidades y la educación en general, vuelvan a ser lo que eran en el pasado.
Reconstruiremos nuestras instituciones democráticas, así como hemos reconstruido nuestras ciudades después de los grandes terremotos que las han devastado. Y las hemos reconstruido mejores y más hermosas.
Muchas gracias. “

Edgardo Enríquez Frödden, discurso dado en el foro abierto de la universidad de Concepción el Jueves 12 de Enero de 1989, después de retornar, tras 15 años de exilio en calidad de apatriado.

jueves, 9 de febrero de 2012

Mi infancia, podría decir fue bastante feliz.


El lugar de nacimiento de Don Edgardo Enriquez Frodden, 100 años después, junto al primer tomo de  sus memorias...


 Digo "podría decir" y la califico de "bastante" y no muy feliz, porque siendo el único moreno, y muy moreno, entre mis hermanos, cuantos llegaban a casa de mis padres se creían obligados a hacerme objetos de bromas y burlas.


Actualmente la  posible dirección dónde nació 100 atras, se levanta una galería bajo un edificio.

 Esta manera de tratarme, que me chocaba y dolía no era sólo de los niños, que suelen ser muy crueles con sus propios amigos, a los que ponen apodos en base a sus defectos físicos: el cojo, el narigón, el turnio, etc. También gozaban en burlarse de mi, los adultos, incluso tíos, primos, amigos íntimos de la casa. En su torpeza cruel, no era infrecuente que me dijeran:¿que haces tu aquí, con los patrones?: tu sitio es la cocina, al lado de tu madre que es la cocinera (una pobre mujer vieja y fea). Todos los presentes soltaban la risa ante la ocurrencia del recién llegado.


Edificio que se levanta sobre la galeria que tiene como dirección Colo Colo 571, Concepción.

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En 1919 (7 años de edad), escuche al Dr. B. -que había sido médico en la familia de los Frodden Lorenzan y de los Enriquez Frodden, pero que habia estado ausente unos cinco años, decir a mis padres, en mi presencia, que no se hicieran ninguna ilusión conmigo, que era intelectualmente sub-normal y que seguiría siendolo por el resto de mis días...

Miré a mis padres; los dos tenían los ojos llenos de lágrimas ...


miércoles, 8 de febrero de 2012

Un humilde homenaje a uno de los hombres mas importantes de Concepción en el centenario de su Nacimiento ocurrido el 09 de Febrero de 1912, a las 15:00 horas en Colo Colo 571, Concepción, Chile.


Don Edgardo Enriquez junto a su señora Raquel, plaza de la Independencia de Concepción, Chile. Febrero 1934.
Se pretende en este espacio, dar cita a sus palabras, sus ideas y pensamiento, que no deben, y no podrán ser olvidados.
Con todo respeto Don Edgardo ...

¡¡¡ LARGA VIDA A LOS HOMBRES DE BIEN !!!